“Ése chico tiene talento” se escucha en la tribuna de padres en una cancha donde niños de 10 años juegan al fútbol. 

Esa frase, en principio inocente e inspiradora, puede convertirse en una declaración que marque un precedente de por vida, tanto para el padre como para el hijo (y para todos sus compañeritos cuando lo escuchan). 

Esos chicos, sin saberlo, pueden estar entrando silenciosamente en la trampa del talento.

¿Qué es el talento?

Entendemos por talento a cualquier don o habilidad que una persona pueda tener para desarrollar una actividad. En el deporte se utiliza mucho para describir la facilidad que tienen los mejores para destacarse y también para justificar sus excelentes rendimientos.

“LeBron James hace 40 puntos por partido porque tiene talento”.

Por otro lado, una definición que siempre me impactó fue la del psicólogo deportivo Caperán – uno de mis maestros – el cual afirma que el talento en el deporte está dado por el grado de desarrollo de la capacidad de propiocepción del deportista y un esquema corporal mental increíblemente alineado al cuerpo real. Es decir, la facilidad de intuitivamente conocer cada centímetro de tu cuerpo y las sensaciones asociadas a los movimientos y las ejecuciones, lo que hace que Lionel Messi pueda esquivar a cuatro rivales con los ojos cerrados si quisiera. 

Sin embargo, en general se utiliza el término talentoso para definir a todas las personas que se desarrollan en el alto rendimiento: desde Mozart hasta Nadal, desde Bill Gates hasta Andrés Bale escribiendo este artículo. 

¿Por qué me puse en la lista? Para explicar el primer argumento que soporta la idea de que el talento está sobrevalorado. Todos tenemos talento, todos tenemos dones, solo que quizás no lo hemos descubierto o puesto en práctica aún. También puede ser – y esto le sucede a la mayoría de los deportistas – es que el talento, una vez descubierto, no se desarrolle de manera correcta.

El talento por sí solo no es más que una predisposición a hacer algo bien, lo que claramente no es suficiente. Además, todos los casos de éxito demuestran que el talento es apalancado por múltiples variables del contexto. Por ejemplo, si Rafael Nadal hubiera nacido en Kuwait y su tío hubiese sido profesor de básquet (en lugar de entrenador de tenis), quizás hoy no sería un referente del mundo de la raqueta. No lo sabemos, pero las probabilidades hubieran sido menores.

Los mejores de la historia no fueron sólo talento

El año 1973 fue un punto de inflexión para el desarrollo de teorías relacionadas al talento innato. Un economista ganador del premio Nobel, Herbert Simon, en compañía de William Chase llevaron a cabo un estudio en el que analizaba a los jugadores de ajedrez que aparecían en los puestos más altos del ranking.

Los resultados, incluyendo a leyendas como Bobby Fisher, reflejaron la hipótesis de que para alcanzar la maestría en la actividad se requería de al menos 10.000 horas de práctica, o lo que equivalía aproximadamente a una década. 

Estos números pueden ser arbitrarios pero abrieron debates que siguen vigentes al día de hoy. ¿Qué es más importante: el talento o el trabajo? 

Tampoco es que tenga que ser uno o el otro, pero sí considero que hay que contemplar a ambos. Como el yin y el yan, uno sin el otro no sería nada.

Para tomar magnitud de lo que representa esa cantidad de horas, necesitarías practicar 4 horas al día, 5 días a la semana, 50 semanas al año, durante 10 años. 

El aclamado Bobby Fisher, a los 16 años ya tenía 9 años de práctica. 

Siguiendo con los estudios y utilizando un ejemplo muy famoso de la música, se realizó un estudio en la década del ´90 en un conservatorio de Berlín en el que se dividieron a violinistas en tres grupos: músicos de clase mundial, músicos prestigiosos y profesores de música. Los resultados fueron esclarecedores, los mejores violinistas tenían muchas más horas de práctica que los demás.

Mozart, por su parte, empezó a ser músico a los 4 años por pedido de su padre, un compositor que había escrito un libro sobre cómo enseñar a los niños a hacer música. ¿Casualidad? No fue hasta más de 17 años después que escribió una de sus obras maestras, habiendo escrito obras en su adolescencia que eran recopilaciones de otros autores como Bach. Es decir, Mozart era muy habilidoso pero no era, como se dice, un “niño genio tocado por la varita mágica”. Me pregunto por qué no escribió su obra maestra cuando tenía 5 años si era tan genio. 

¿Qué sucede si crees ciegamente en el talento?

Los deportistas “normales” entrenan hasta que algo les sale bien, sin embargo los de élite entrenan hasta que eso no les salga mal. Esa diferencia parece pequeña pero es abismal. 

Creer que el talento no lo es todo es un enfoque muy posibilitador ya que permite que cualquier persona que quiera trabajar por sus sueños lo haga. Creer que vas a llegar a la cima de tu deporte porque piensas que eres más talentoso que los demás puede llevarte a la ruina, puede hacer que te relajes por demás. Como la fábula de la carrera entre la liebre y la tortuga, en el largo plazo, llegará el más trabajador y constante. El talento por sí solo no es suficiente para una carrera deportiva larga y fructífera. 

Lo mismo pasa con aquellas personas que no se sienten talentosas y que creen ciegamente en que el talento es el requisito fundamental del éxito. Como no lo tienen, no hacen nada. Se quedan ahí, lamentándose por lo que nunca fue y nunca será. Esto es lo que Carol Dweck llamaría en su libro a una “una mentalidad fija”. Si la tortuga hubiese desistido de correr por ver que la liebre era más rápida nunca hubiera llegado primera, sin embargo, ganó la carrera. 

Una mentalidad fija es lo opuesto a una mentalidad de crecimiento y básicamente, consiste en pensar que las cosas “son como son y ya…”. Este enfoque es sumamente limitante debido a que representa darse por vencido antes de comenzar. 

Cómo se puede potenciar el talento

En las últimas décadas se destacan trabajos de otros autores como Malcolm Gladwell, en el que explican este fenómeno y cómo debe ser la práctica para que sea útil. Que el trabajo y la constancia sean importantes no quiere decir que si practicas 10.000 horas de básquet te vas a convertir en Michael Jordan. No, para nada. 

Este trabajo, no debe ser solo trabajo duro, sino trabajo inteligente. Más bien, lo que se denomina una práctica deliberada.

Yo manejo mi auto desde hace 15 años pero no soy necesariamente mejor conductor. El solo hecho de repetir no significa nada. Podrás automatizar un movimiento, agilizar una toma de decisión, pero no mejorar. Si ese fuese el caso, cualquier mortal que haya ido manejando a su trabajo durante dos décadas podría destronar a Lewis Hamilton de la Fórmula 1.

Siguiendo con el ejemplo, seguramente la mayoría de los conductores seamos peores que antes. Eso se debe a que no hicimos una práctica deliberada (y esto es lo que debe hacer todo atleta que quiera crecer y destacarse).

Práctica deliberada

Primero es fundamental tener muy claro a dónde querés ir, cuál es el destino final. Ésto representará una optimización del tiempo y los recursos, dejando de lado el trabajo innecesario, el relleno.

La práctica, que tampoco es sólo práctica, también es poder descansar y saber en qué momentos del día hay que practicar. Vayamos a mi caso escribiendo artículos. Si me pongo a escribir 7 horas por día luego de mi jornada laboral, no voy a convertirme en mejor escritor solamente por la acumulación de horas. Entender que mis procesos creativos se manifiestan de mejor manera por la mañana es un dato clave a la hora de planificar una práctica deliberada.

Además, el siguiente paso para una práctica deliberada – o con propósito – es el diseño específico, es decir tener un plan de acción. Una vez que lo tengas, será fundamental el feedback constante. Sin retroalimentación no se puede mejorar una habilidad, por eso es importante ser consciente de los avances propios y además contar con profesionales que puedan dar su perspectiva con respecto a la habilidad a desarrollar. LeBron James no tiene el mismo porcentaje de triples ahora que hace 15 años, el trabajo deliberado y el feedback constante con Bob Rotella lo llevaron a mejorar. 

La práctica deliberada suele representar una demanda mental muy alta y se centra en salir de la zona de confort. Practicar lo que ya sabes por siempre no tiene mucho sentido, más bien siempre el nivel de dificultad de la práctica debe estar por encima de las habilidades del atleta. Steven Kotler sostiene que para entrar en el estado de flow, la brecha entre la dificultad de la tarea y el nivel de habilidad, tiene que ser de aproximadamente un 4%. 

Por último, es importante destacar que la práctica deliberada no tiene que ser necesariamente divertida ni tampoco hay que tener ganas antes de empezar. Por más que el disfrute es importante en la vida de un deportista, si quieres mejorar en lo que haces tienes que estar dispuesto a esforzarte más de la cuenta. Si no estás de acuerdo con esto, te invito a que leas la autobiografía de cualquier atleta de élite, o pregúntale a Rafael Nadal si siempre volvía sonriente del court de tenis donde su tío le hacía recoger todas las pelotas al terminar la práctica.

El mito del talento 

Si piensas que vas a estar limitado por falta de talento, probablemente no logres nada. Si te relajas pensando que si eres talentoso, probablemente termines como la liebre.

El talento es importante pero no es lo único. 

En mi opinión, por el hecho de ser humanos, todos tenemos la capacidad – y la bendición – de poder ser mejores. Esto no se reserva solamente a los que tienen más facilidad. 

¿Qué es más importante para vos: el talento o el trabajo?

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