Todos los seres humanos tenemos un desafío en común: confiar en nosotros mismos. Algo que parece tan simple y al alcance de la mano resulta ser la kriptonita de muchos, y sobre todo de los deportistas que compiten. 

¿Cuál es el impedimento para confiar ciegamente en lo que somos y en lo que hacemos? 

Pensar en la autoconfianza como una imagen me parece determinante. Una foto, un espejo, un reflejo de cómo nos paramos ante una situación es lo que influye predominantemente en cómo nos sentimos al momento de ejecutar la performance. 

Cómo nos vemos a nosotros mismos, o más bien como percibimos esa imágen, es lo que determina en mayor medida el nivel de autoconfianza que tenemos en un momento dado. 

La aclaración viene dada teniendo en cuenta de que nuestros ojos solo miran y captan información, pero la creación de la imagen y la interpretación que hacemos de la misma es realizada por nuestro cerebro.

Es aquí donde todo se transforma, la mente es la cabina de teléfono de Clark Kent. 

El que ve es el cerebro, no los ojos.

Los ojos son una herramienta para captar estímulos, sin embargo el que genera las imágenes, el que hace el trabajo fino, es el cerebro. 

Por lo general, y partiendo de la premisa de que existe una realidad para cada individuo a partir de los filtros mentales con los cuales la observamos, puede existir una distorsión entre lo que estamos mirando y lo que creemos que vemos. 

En el caso de la autoimagen puede que ni se utilicen los ojos, es simplemente un repaso mental, una representación, una imagen mental o una percepción de nosotros mismos.

Entendiendo esto, ya tenemos una herramienta para trabajar en la autoconfianza.

Por más que en un momento dado nos auto percibamos de determinada manera, no quiere decir que es lo que realmente seamos. 

El desafío entonces apunta a ser más conscientes de cómo nos estamos mirando y partir de ahí poder ajustar las brechas en nuestra imagen de una manera posibilitante, entendiendo que nuestra autoimagen se puede construir, ya que es una cuestión netamente mental. Aplica también para estar atentos a un exceso infundado de confianza o “falsa autoconfianza”, lo que nos puede llevar a tomar malas decisiones. 

No sólo es fundamental convertirte en la persona que querés ser, sino también percibirte como tal. Este fenómeno es el que explica que el 80% de las personas que ganan la lotería se fundieron en menos de 5 años, los cuáles nunca dejaron de auto percibirse como personas sin recursos.

Pensando de la misma manera, actuando de la misma manera, viéndose a sí mismos de la misma manera los llevó al mismo lugar de siempre. 

Así de simple.

El cambio es de adentro hacia afuera, no al revés. En definitiva, la autoimagen es un vehículo que puede llevarte a donde quieres o dejarte clavado en dónde estás. Es mucho más importante que los estímulos externos, así que si ganas la lotería (o salís campeón en tu deporte) presta atención.

Para terminar, y para que tu autoimagen no termine siendo tu kriptonita te recomiendo utilizar la “pose SUPERMAN” antes del momento de tu performance. Esta postura corporal puede enviar señales poderosas a tu cerebro para que él haga su trabajo e interprete la información a tu favor. En pocos minutos puede modificar tu autopercepción y apoyar la construcción de una confianza renovada.

Te dejo una charla TED que habla sobre las posturas de poder.

Hasta la próxima.

 

Amy Cuddy