Unos de los conceptos que más encuentro como clave del éxito, ya sea evaluando las historias de los grandes competidores o incluso mirando mis propios procesos de evolución personal y profesional, son los de perseverancia, esfuerzos sostenidos en el tiempo y paciencia.
En mi opinión, esta combinación es casi perfecta porque combina espacios temporales (por ejemplo hacer en el ahora y repetir en el futuro), con un enfoque de posición (activo como el esfuerzo y pasivo como la paciencia)
A decir verdad, la paciencia también me parece un acto activo. La paciencia no es lo mismo que la espera. La paciencia es útil cuando se están ejecutando las acciones necesarias para estar preparado cuando surge la oportunidad.
Entonces, cualquier acción sostenida en el tiempo va a generar interés, el famoso interés compuesto.
Va a pagar, es así.
La capacidad de postergar la recompensa permite realizar esfuerzos en pos de un objetivo mayor, sin necesidad de ser recompensado al instante, porque en realidad, la recompensa es el esfuerzo en sí mismo, es el proceso.
Por eso, trabajando con deportistas he llegado a las siguientes conclusiones y las quería ilustrar con una historia que me parece muy potente para entender estos conceptos.
✔El talento no es suficiente. Se necesita mucho trabajo para lograr los objetivos.
✔Nada sucede de la noche a la mañana. El verdadero éxito requiere pensar en largo plazo y accionar en el corto plazo.
✔Ser capaz de postergar la recompensa o la gratificación es una de las habilidades mentales más importantes.
✔Como el resultado es menos relevante que el proceso, lo más importante es disfrutar el camino.
✔La acumulación sostenida en el tiempo de pequeñas acciones genera grandes resultados.
Aquí va la historia:
“Quinto Sertorio, destacado político y militar romano, estaba aumentando su popularidad entre sus tropas, las tribus y los bárbaros que cada vez más le apoyaban desde todos los rincones de Hispania. Sin embargo, estaba preocupado porque percibía un aumento desmesurado de la confianza entre los recién incorporados a su ejército. No tenían disciplina ni paciencia. Querían combatir con el enemigo a campo abierto, ejército contra ejército, tan confiados como estaban en su superioridad.
Como no podía convencerlos con palabras, lo hizo con pruebas. Sertorio convocó una Asamblea General y se presentó a ella con dos caballos, uno de ellos viejo y muy débil, y otro joven, grande y fuerte. Junto al caballo débil situó a un hombre fuerte y alto, y junto al caballo fuerte situó a un hombre débil y bajo. Ordenó al hombre fuerte arrancar de un tirón toda la cola del caballo débil, mientras que al hombre débil le ordenó arrancar uno a uno todos los pelos de la cola del caballo más fuerte.
El hombre fuerte, tras utilizar toda la fuerza que tenía sin conseguir nada, frustrado, renunció a seguir tirando. El hombre débil, por su lado, rápidamente y sin ningún problema, dejó completamente pelada la cola del caballo robusto.
Acto seguido, Quinto Sertorio se puso de pie y explicó: “Ahora podéis ver, amigos, que la perseverancia es mucho más efectiva que la fuerza bruta. Esta es la naturaleza de mi ejército. Muchas dificultades no pueden ser vencidas todas a la vez, pero ceden si las dominamos una a una. Un esfuerzo persistente y continuo es invencible”.
Una a una, como la cola del caballo, son las acciones que deben hacerse para conseguir los resultados deseados.
A veces sin tanta fuerza, sino constancia.
El premio está para los que se esfuerzan constantemente y no abandonan su tarea, porque saben cómo tienen que hacerlo.
Quinto Sertorio dejó reflejado el poder de la perseverancia para encarar los desafíos que se presentan en la vida.